La vela olímpica balear tenía hasta ahora su límite cronológico en Los Ángeles 84. En aquellos Juegos, Eduardo Bellini acabo 12º en la clase RS:X, abriendo una senda que más tarde seguirían José Manuel Valadés y Jaime Monjo (Seúl 88), Pepote Ballester, Jordi Calafat, Asier Fernández y Fernando Rita (Barcelona 92).
Ballester y Calafat extendieron sus dos oros olímpicos y el concurso isleño hasta Sydney 2000, última cita en la que el archipiélago contó con representación en el campo de regatas.
Pero la constante reconstrucción de la historia olímpica de esta tierra traslada ahora los orígenes de la participación balear en vela hasta la lejana cita de México 1968. En el campo de regatas de Acapulco, del 14 al 21 de octubre, la tripulación de la clase Dragón enrolada en el Deneb, embarcación que competía y fue seleccionada representando al Real Club Náutico de Palma, abrió una senda que ha llevado a lo más alto a la vela balear en el mapa olímpico.
En ella, el aroma mallorquín era predominante, especialmente de la mano de Manuel Baiget. Nacido en Palma el 4 de agosto de 1945 -falleció recientemente-, regateó junto a Paco Oliver y Jaime Enseñat y, pese a su ascendencia catalana, su padre (Buenaventura Baiget) es un nombre imprescindible para entender la historia de la vela isleña.
Baiget fue la novedad en una tripulación que tenía dos nombres fijos, Eugenio Jáudenes Agacino y Ángel Riveras de la Portilla, quedándose fuera el hijo del primero, Eugenio Jáudenes Montaner.
Su padre, nacido en Ferrol en 1920, hizo carrera militar, y su destino en Mallorca le permitió formar aquí una familia, e incluso ser presidente del Real Club Náutico de Palma, entre los años 1963 y 1969, además de pionero del Club de Mar, dentro una larga serie de méritos. Por su parte, Riveras de la Portilla desarrolló el grueso de su vida entre Madrid, Asturias y Mallorca, donde tuvo residencia. Los tres, con el Deneb (E-30), acabaron en el puesto 21, cubriendo el vacío de Roma 60 a Múnich 72.