La ciudad de San Luís fue la sede de los terceros Juegos. Otro fracaso estrepitoso iba a tener lugar, y la supervivencia de la institución pese al reiterado quebranto iba a demostrar, cara al futuro, su oculto y poderoso vigor. La pugna política por la sede entre San Luís y Chicago obligó a la intervención del presidente Roosvelt, siendo dato importante para la adjudicación a San Luís, la Exposición conmemorativa que para la fecha se iba a montar celebrando el centenario de la cesión de Lousiana a Estados Unidos1.
Los Juegos de San Luís han pasado a la historia como sinónimo de barraca y feria2. Los Anthropological Days o fiestas antropológicas que a los organizadores se les antojó de genial invento, fueron una degradante manifestación de la más burda estética competitiva. Grupos raciales integrados por filipinos, turcos, pigmeos, sirios y negros, midieron sus fuerzas en pruebas especialmente programadas en razón a su cultura y medios de vida3.
En las competiciones tradicionales, los yanquis coparon 22 de las 24 pruebas disputadas. Hace por primera vez aparición el baloncesto, aunque fuera de programa y acompañado por toda una serie de concursos como carreras de automóviles y torneos de golf. Con amargura recordará Coubertin la primera experiencia americana a la que titulará de «feria» en donde había deporte y fraude y se exhibían monstruos para la diversión del público...
Con el transcurso del tiempo el juicio se torna indulgente...
«A los yanquis todo se les puede tolerar —dirá—, y su juvenil exuberancia hubiera obtenido incluso la indulgencia de los antiguos griegos, si por un azar, hubiesen estado presentes entre los divertidos espectadores de San Luís»4.
La doble y equívoca experiencia de París y San Luís, indujeron al célebre Barón a intentar crear un organismo encargado de velar por el sentido de la idea y filosofía olímpica, lo que conduciría a la constitución de la Academia Olímpica Internacional, inaugurada en Olimpia cincuenta y siete años después, el 16 de junio de 19615.
Debido a la distancia y a los limitados medios de transporte de entonces, la participación en San Luís fue escasa, concurriendo solamente 554 atletas pertenecientes a doce países, lo que propició el dominio de los anfitriones americanos6. Uno de ellos, Archibald Hahn, apodado el «meteoro de Milwaukee» ganó de forma arrolladora las tres pruebas de velocidad en las distancias de 60, 100 y 200 metros lisos7. Pero el héroe indiscutible de los Juegos había de ser Ray Ewery, apodado «el hombre de goma», campeón de las modalidades de salto sin impulso, hoy suprimidas. En París y en San Luís venció en saltos de altura, longitud y triple salto y en los de Londres en 1908 en los de altura y longitud. El verdadero mérito de Ewery, atleta espigado y de larguísimas piernas, radica en haber sido paralítico durante su infancia, y en haber superado con esfuerzo y tesón su adversidad hasta llegar a ser triple campeón olímpico en dos ocasiones8.
Archibald Hahn - USA
Como atleta americano, Fred Lordz, pasaría también a la historia olímpica como consumado tramposo. Concursante en la larga prueba de maratón y cuando llevaba recorrida más de una cuarta parte de la misma, se sintió desfallecer y subiéndose a un automóvil de los que seguía la carrera, continuó en él hasta las proximidades del Estadio en donde, después de apearse, entró corriendo con ínfulas de gran triunfador. Cuando estaba a punto de ser coronado por la hija del presidente Roosvelt se descubrió el ardid y fue descalificado a perpetuidad, si bien rehabilitado un año más tarde, obtuvo el campeonato mundial de maratón de su país9.
Medalla de los Juegos de la III Olimpiada - San Luis 1904
El hartazgo ferial, bullanguero y exhibicionista que matizó los Juegos de la III Olimpiada, condicionaría la búsqueda compensadora de una ciudad que otorgase al olimpismo naciente un acogedor y ordenado marco de tradición, arte y cultura. La posibilidad que la elegida fuese Roma, ilusionará a Coubertin:
«...porque únicamente allí de regreso de una excursión por la utilitaria América, el olimpismo revestiría la toga suntuosa, tejida de arte, la intención con la que quise desde el principio revestirla...»10.
La dignificación del hecho deportivo y su estudio y valoración al más alto nivel científico, humanista y universitario induce a Coubertin a la convocatoria de un nuevo Congreso Olímpico continuador del inicial desarrollado en El Havre y con el que había querido recordar...
«El carácter intelectual y filosófico de su iniciativa, situando sin rodeos la misión del COI muy por encima de las simples agrupaciones deportivas...»11.
El Congreso de Bruselas inaugurado el 9 de junio de 1904 en el Palacio de las Academias bajo el patrocinio del Rey Leopoldo II se centró en cuestiones técnicas, de la misma forma que su precedente había tratado de las pedagógicas. Con un denso programa de trabajo, los doscientos miembros asistentes cuajaron una intensa labor metódicamente llevada pese a su amplitud12.
Pero los Juegos mismos estaban también necesitados de una ubicación conceptual en lo que de arte y cultura representan, así como de la naturaleza esencial de su carácter festivo. Los Juegos Olímpicos —repite machaconamente Coubertin— no son unos simples campeonatos mundiales, sino la auténtica fiesta cuadrienal de la juventud universal de la «primavera humana», la fiesta de los esfuerzos apasionados, de las ambiciones múltiples y de todas las formas de actividad juvenil de cada generación que emerge al umbral de la vida13. El restaurador busca la definitiva consolidación de su idea uniendo a la doble apoyatura de los tradicionales contrafuertes moral e intelectual, los avances conseguidos por la sociedad moderna en su doble binomio de perfeccionamiento técnico e internacionalismo democrático14. En la Conferencia consultiva de Las Artes, Las Letras y Los Deportes iniciada en el hogar de la Comedia Francesa, el 23 de mayo de 1906 y sagazmente instigada por Coubertin, se invitaba a estudiar a los asistentes en qué medida y bajo qué forma las artes y las letras podían participar en la celebración de las Olimpiadas y en general asociarse a la práctica de los deportes para beneficiarse de ellos y ennoblecerlos15. La convocatoria dio un resultado previsto y apetecido, proponiendo como conclusión al COI la creación de cinco concursos de arquitectura, escultura, música, pintura y literatura; de obras siempre inéditas directamente inspiradas por la idea deportiva cuyos concursos deberían de incorporarse en adelante a la celebración de cada Olimpiada16.
Fuente: DURÁNTEZ, Conrado: Las Olimpiadas Modernas, Madrid. 2004, pág. 31 y ss.
CONRADO DURÁNTEZ
Es Presidente de Honor del Comité Internacional Pierre de Coubertin, Presidente fundador del Comité Español Pierre de Coubertin, Presidente fundador de la Asociación Panibérica de Academias Olímpicas y también Presidente fundador de la Academia Olímpica Española y Miembro de la Comisión de Cultura del Comité Olímpico Internacional hasta 2015. Ha intervenido en la constitución de más de una veintena de Academias Olímpicas en Europa, América y África. Su vocación por el Olimpismo ha sido proyectada en constantes y numerosas intervenciones en congresos mundiales, conferencias y simposios diversos, así como en la publicación de numerosos artículos en periódicos y revistas especializadas nacionales y extranjeras dedicados al examen y estudio del fenómeno olímpico.
CITAS:
1 HENRY, Bill: Historia de los Juegos Olímpicos, págs. 90 y ss.
COUBERTIN, Pierre: Memorias Olímpicas, págs. 66 y 67.
2 HENRY, Bill: Op. cit., pág. 99.
3 THARRATS, J. G: Los Juegos Olímpicos, págs. 148 y 149.
DURÁNTEZ, Conrado: El Olimpismo y sus Juegos, pág. 41.
HENRY, Bill: Op. cit., pág. 100.
4 HENRY, Bill: Op. cit., pág. 101.
5 DURÁNTEZ, Conrado: Olimpia págs. 365 y ss.
6 MEYER, Gastón: El fenómeno olímpico, pág. 72.
DURÁNTEZ, Conrado: Op. cit., pág. 41.
7 MEYER, Gastón: Op. cit., pág. 73.
8 DURÁNTEZ, Conrado. Op. cit., pág. 41.
9 MEYER, Gastón: Op. cit., pág. 74.
10 MAYER, Otto: Op. cit., pág. 48.
COUBERTIN, Pierre: Op. cit., págs. 57 y 71.
11 COUBERTIN, Pierre: Op. cit., págs. 46 y 68.
12 MAYER, Otto: Op. cit., pág. 49.
COUBERTIN, Fierre: Op. cit., págs. 78 y 79.
13 DURÁNTEZ, Conrado: Olimpia, pág. 366.
COUBERTIN, Pierre: Op. cit., pág. 81.
14 MAYER, Otto: Op. cit., pág. 50.
15 COUBERTIN, Pierre: Op. cit., pág. 84.
DURÁNTEZ, Conrado: Op. cit., pág. 367.
16 COUBERTIN, Pierre: Op. cit. pág. 85.