Estocolmo será la última edición olímpica previa al cataclismo de la Primera Guerra Mundial. La implantación del cronómetro y foto-finish para mejorar la medición de puestos y marcas, será un importante adelanto técnico1. La participación de atletas y países es todo un récord, 2.504 participantes en representación de veintiocho Comités Olímpicos.
En fútbol vence el equipo inglés y se organizan, por primera vez los Concursos Artísticos en su quíntuple manifestación de arquitectura, pintura, música, escultura y literatura2. La escasa calidad de los temas en liza, unido a la exigua concurrencia de competidores, fueron las pautas dominantes de este primer ensayo de unión entre las artes y el deporte, motivada sin duda por la desigualdad de experiencia y andadura histórica de cada una de las dos fases del magno certamen, a cuya reunión integral, siempre había aspirado Coubertin.
«Las Olimpiadas —decía— no tienen por única misión exaltar el poder muscular, también han de ser intelectuales y artísticas».
Entre los vencedores de los distintos concursos, figura el de la doble autoría en literatura, firmado en su senda versión francesa y alemana por Georges Hohrod y Martin Eschbach, con texto que hace sumir en profundas cavilaciones al jurado que le otorgó el premio, ante el sibilino ensamblaje semántico de la doble versión de la composición.
«El único reproche que puede y debe ser dirigido a una obra como esta —dictaminaría el tribunal— es que no se sabe, en resumen, de qué país y de qué lengua ha salido. El lector se siente embarazado por este doble texto alemán y francés. Le gustaría reconocer con facilidad en uno de los textos la simple traducción del otro. El pensamiento parece de origen latino, la lengua es claramente de inspiración germánica. Quizá los señores Hohrod y Eschbach han querido señalar con esto que la literatura olímpica tiene por misión aproximar a los pueblos en su culto a la belleza».
El misterio que envolvía a tan misterioso texto, fue desvelado al fin, al resultar que el ganador premiado, era el propio Coubertin que había concursado bajo pseudónimos. Este triunfo, lo recordará como quizá el más grato de su quehacer olímpico, sublimando en los IX párrafos de su Oda al Deporte las esencias más descollantes de la ocupación deportiva a la que califica como «placer de dioses» y encarnadora de la Belleza, la Justicia, la Audacia, el Honor, la Alegría, la Fecundidad, el Progreso y la Paz.
La impresión por primera vez de un Cartel Olímpico anunciador de los Juegos, fue otra destacada nota cultural de la Olimpiada sueca. En tamaño de 107 por 75 centímetros, fue emitido en tirada de 88.350 ejemplares en dieciséis idiomas, así como en emisión, más reducida de 30.000 unidades para un tamaño de 26x16 centímetros en cinco idiomas, además de cinco millones de sellos-viñetas con el mismo motivo. El autor premiado, fue el artista sueco Olle Hjortzberg en composición temática y cromática exquisita, que sin embargo no tuvo buena aceptación en algunos sectores de anacrónico puritanismo, intolerantes con las figuras masculinas semidesnudas que en la plancha aparecían, oponiéndose a su difusión o arrancándolo de los lugares de exhibición3.
En Estocolmo hace estreno competitivo la natación femenina con cuarenta y dos participantes4 y en la ceremonia inaugural cada delegación desfila por primera vez precedida por un porta letrero indicador del nombre del país. El lanzamiento de disco a dos manos también figuró por primera y única vez5 y en los asaltos de lucha grecorromana, al no existir todavía la limitación técnica de tiempos, posibilitó el maratoniano combate en la categoría de hasta 75 kilos entre el ruso Martín Klein y el finlandés Alfred Asikairia. El ruso, resultó tan quebrantado por la tensión del prolongado esfuerzo, que no pudo comparecer a la final programada al día siguiente para la medalla de oro, que así obtuvo cómodamente el sueco Claes Edwin. Algo similar habría de ocurrir también en la categoría de hasta 82,5 kilos, en donde el sueco Anders Oscar y el finlandés Ivar Bohling, se afanaron codiciosamente en presas y llaves durante nueve horas, hasta ser proclamados ambos salomónicamente vencedores ex aequo.
Lucha Grecorromana
En la prueba de pentatlón, se clasifica en sexto lugar un estudiante de ingeniería de nacionalidad norteamericana, que cuarenta años más tarde accedería a la Presidencia del COI como quinto mandatario y desempeñaría el cargo entre los años 1952 y 1972, es Avery Brundage6. La tragedia acompañó al atleta portugués Francisco Lázaro, que falleció extenuado cuando participaba en la carrera del Maratón y había recorrido ya más de 30 kilómetros7. La enconada puja de la prueba de los 5.000 metros entre el francés Jean Bouin y el finlandés Hannes Kolehmainen, con apretada victoria de este último por una sola décima de segundo, haría exclamar a Coubertin como jubiloso saludo a su paisano: «Esta derrota vale por una victoria...»8.
Jim Thorpe - USA
Pero los Juegos de Estocolmo irán marcados en la historia por la leyenda y tragedia de un poderoso atleta americano de raza piel roja, de la tribu sioux. Su nombre era Jim Thorpe aunque en su comunidad era conocido por el Wa To Chuck, equivalente a «Sendero luminoso» o «Senda ancha» y ostentaba una noble alcurnia dentro de su clan, al ser bisnieto de Halcón Negro, el Gran Jefe de la tribu. En los Juegos, Thorpe ganó con pasmosa facilidad los complejos concursos de pentatlón y decatlón, lo que hará exclamar al rey sueco Gustavo V al hacerle entrega de sus premios: «Es usted el mejor atleta de todos los tiempos». Pero la gloria de Thorpe se habría de tornar en amargura, cuando un año más tarde, sus propios paisanos de la Amateur Athletic Union, lo denunciaron ante el COI como profesional, acusándole de haber cobrado una reducida cantidad de dinero por tomar parte en unos encuentros de béisbol.
«Sí, fue cierto —confesaba Thorpe— pero yo participé en los partidos porque me entusiasmaba la competición».
Pero pese a sus razonamientos y aun en contra de la opinión de Coubertin, el puritano escarmiento se mantuvo y Thorpe fue privado de sus medallas, que ofrecidas al segundo clasificado, el sueco Weislander, las rechazó. El gran atleta pasó el resto de su vida hasta su muerte, ocurrida en 1953, reclamando sus premios olímpicos, que al fin, en 1982, le fueron entregados por el COI a sus hijos haciendo justicia histórica9.
Medalla de los Juegos de la V Olimpiada - Estocolmo 1912
La natación se revoluciona durante los Juegos de la V Olimpiada merced a la exótica figura de un príncipe hawaiano de raza amarilla, componente del equipo yanqui. Se trata de Duke Paoa Kahanamoku que, con el novedoso y revolucionario estilo del crawl, provoca multitudinaria expectación durante sus actuaciones, alzándose con el triunfo en los 100 m libres, después de haber batido en las eliminatorias los récords olímpico y mundial de la distancia10.
Los Juegos de Estocolmo se cerraron con un positivo balance consecuente con su meditada organización pues:
«Jamás Olimpiada alguna —valora Coubertin— se había preparado con tanta meticulosidad, atención y cuidado, aunque la V Olimpiada, como los rosales más bellos, tuvo también ramas cuajadas de espinas. ¡Cuánta maraña de dificultades diplomáticas, de pequeñas intrigas personales, de susceptibilidades a atender, de vanidades heridas, de cepos tendidos bajo la maleza! Debíamos vivir en continuo estado de alerta y adivinar por adelantado los incidentes para atajarlos e impedir la eclosión»11.
En 1913 Coubertin concibe y diseña la bandera olímpica confeccionada en las tiendas del Bon Marché de la calle Bac, próxima a la calle Oudinot, en donde vivía12. Durante el Congreso de París de junio de 1914 es presentada oficialmente la enseña a los miembros del COI explicando así, el restaurador, su significado:
«Estos cinco anillos azul, amarillo, verde, rojo y negro, representan las cinco partes del mundo unidos en adelante al Olimpismo y prestas a aceptar fecundas rivalidades. Además, los seis colores (comprendido el fondo blanco) y combinados resumen, las de todas las naciones sin excepción. El azul y amarillo de Suecia, el azul y blanco de Grecia, los tricolores francés, inglés, americano, alemán, belga, italiano, húngaro, el amarillo y rojo de España, se acercan a las innovaciones brasileña o australiana con el viejo Japón y la joven China...» 13.
El atentado de Sarajevo de 28 de junio de 1914 que cuesta la vida al archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austro- húngaro, y su esposa, desencadenará la Primera Guerra Mundial14, Coubertin decide buscar una sede segura para el COI trasladándolo oficialmente a Suiza en resolución personal en la que no escuchó objeciones. El 10 de abril de 1915 en el Ayuntamiento de Lausana se firmarán las actas por las cuales la ciudad acogía los archivos y sede del renovado olimpismo15.
Fuente: DURÁNTEZ, Conrado: Las Olimpiadas Modernas, Madrid. 2004, pág. 31 y ss.
CONRADO DURÁNTEZ
Es Presidente de Honor del Comité Internacional Pierre de Coubertin, Presidente fundador del Comité Español Pierre de Coubertin, Presidente fundador de la Asociación Panibérica de Academias Olímpicas y también Presidente fundador de la Academia Olímpica Española y Miembro de la Comisión de Cultura del Comité Olímpico Internacional hasta 2015. Ha intervenido en la constitución de más de una veintena de Academias Olímpicas en Europa, América y África. Su vocación por el Olimpismo ha sido proyectada en constantes y numerosas intervenciones en congresos mundiales, conferencias y simposios diversos, así como en la publicación de numerosos artículos en periódicos y revistas especializadas nacionales y extranjeras dedicados al examen y estudio del fenómeno olímpico.
CITAS:
1THARRATS, J. G.: Los Juegos Olímpicos, pág. 242.
2 COUBERTIN, Pierre: Memorias Olímpicas, págs. 120 y 132.
THARRATS, J. G: Op. cit., págs. 2425 267, L'Olympisme par l'Affiche, Lausana, 1983, p. 21.
COUBERTIN, Pierre: Ideario Olímpico, pág. 72.
MAYER, Otto: A través de los aros olímpicos, pág. 62.
DURÁNTEZ, Conrado: El olimpismo y sus Juegos, pág. 45.
3 THARRATS, J. G: 0p. cit., pág. 242.
4 MAYER, Otto: 0p. cit., pág. 57.
5 MAYER, Otto: Op. cit. pág. 61.
6 HENRY, Bill: Historia de los Juegos Olímpicos, pág. 153.
DURÁNTEZ, Conrado: Op. cit., pág. 45.
7 THARRATS, J. G: Op. cit. pág. 266.
8 THARRATS, J. G: Op. cit., pág. 256.
9 HENRY, Bill: Op. cit., pág. 153.
DURÁNTEZ, Conrado: Op. cit., pág. 46.
THARRATS, J. G: Op. cit., págs. 251 y 266.
FAURIA, Juan: Héroes Olímpicos, pág. 39.
CHANDLER, William: Historia de los Juegos Olímpicos, pág. 21.
COUBERTIN, Pierre: Memorias Olímpicas, págs. 144 y 145.
10 THARRATS, J. G: Op. cit., págs. 249 y 253.
11 COUBERTIN, Pierre: Memorias Olímpicas, págs. 103 y 130.
12 MAYER, Otto: Op. cit., págs. 67 y 75.
13 COUBERTIN, Pierre: Op. cit., pág. 134.
MAYER, Otto: Op. cit., pág. 68.
14 THARRATS, J.G: Op. cit., pág. 281.
MAYER, Otto: Op. cit., pág. 68.
15 MAYER, Otto: Op. cit., pág. 74.