En la 50ª Sesión del COI habida en París entre los días 13 a 18 de junio de 1955, se adoptó la decisión de adjudicar los Juegos de la XVII Olimpiada a Roma, con un resultado de votación de 35 a 24 respecto a la otra finalista candidata, Lausana. Los Juegos después de su periplo internacional y cambiante, regresaban al cabo de sesenta y cuatro años a su entorno mediterráneo e histórico, obteniendo Roma la adjudicación en el concurso de sedes más numeroso de la historia, al ser en esta ocasión dieciséis las ciudades participantes. Roma así, asumía el relevo de continuidad olímpica moderna en curioso contrapunto con el edicto anatemizador que dieciséis siglos atrás, promulgado por el Emperador hispano-romano Teodosio (nacido en Cauca, Coca, Segovia) en Constantinopla el 8 de noviembre del 392, prohibía las ceremonias paganas y como consecuencia los Juegos de Olimpia.
Roma y con ella toda Italia, se aprestaron a dar al mundo una imagen alegre, acogedora y hospitalaria, que resultará distante y distinta de las fingidas rigideces que habían sido predominio exponente de nazismo mussoliniano.
Los vestigios arquitectónicos de su glorioso pasado histórico, fueron los marcos incomparables para diversas competiciones, como la lucha, que se desarrolló en la basílica de Magencio; la gimnasia, en las Termas de Caracalla, o la maratón, que, después de pasar por el Capitolio y parte de las míticas Siete Colinas, atravesó el majestuoso arco de Constantino. El Estadio del Foro Itálico, de pasadas connotaciones políticas, fue adecuado escenario para los actos protocolarios, y Luigi Nervi, genial manipulador del hormigón, realizó las obras de los dos palacios, utilizando revolucionarios métodos.
En la tarde del día 24 de agosto, el papa Juan XXIII, recibiría a una representación de 4.000 deportistas, aglutinando un mosaico de creencias a los que habló de la dignidad del ejercicio del cuerpo en relación con el espíritu. La llama de Olimpia recorrerá entornos evocadores y en su camino hacia Roma, pasará por Taormina y Catania, Sibaris y Mataponto o Crotona, la patria de Milón, el más famoso luchador de la antigüedad1. La delegación griega que por privilegio desfila siempre la primera en los Juegos, va en esta ocasión precedida por el Príncipe Constantino como portaestandarte, que luego se alzaría con el triunfo en vela y su hermana, a la sazón Princesa Sofía, desfila también en la comitiva2. Las dos Alemanias marcharán unidas por la misma bandera, y el equipo de Taiwán desfilará «bajo protesta» por no ser reconocido como China3. Pero el mayor impacto que los Juegos de Roma producen, son debidos a su retransmisión televisiva, iniciándose con ello un nuevo período de difusión total de la gran fiesta y también de caudalosa fuente de ingresos, que desde entonces no ha cesado de crecer. Baste comparar que si en aquella ocasión la recaudación por tal motivo fue de 1.178.257 dólares4, las previsiones para los Juegos de Atlanta en 1996 sobrepasaron los 800.000.000 de dólares.
A nivel competitivo el dopaje se cobró una víctima, en la persona del ciclista danés Knud Enemark, iniciándose en consecuencia rígidas medidas por el COI para combatir este fenómeno de manipulación y violencia deportiva que condujo a más severos planteamientos impulsados en la Presidencia de Samaranch5.
Abebe Bikila (ETH)
El corpulento y cerebral ingeniero soviético Yuri Wlasov, logra la hazaña halterofílica de elevar en los tres movimientos, la suma de 537,500 kilos y el gigante americano Nieder, se aproxima a los 20 metros con el peso, seguido de su compatriota O'Brien, mientras que otro americano, Alfred Oerter, vuelve a ganar el disco en un lanzamiento cercano a los 60 metros6. El alemán Armin Hary «rubio arrogante, presuntuoso e insoportable» como lo calificaría un destacado periodista francés7, logra la proeza de correr por primera vez los 100 metros lisos en 10 segundos justos y el negro americano, Rafer Johnson, vencerá en decatlón en apretada y hermosa gesta deportiva con el formosano Yang Chuan-Kwang, estudiante también de su Universidad. El excéntrico y vociferante Cassius Clay, inicia aquí su prodigiosa serie de éxitos, conquistando la medalla de oro en semipesados. Pero dos atletas de color evocarán estos Juegos para la historia. Uno de ellos Abebe Bikila, de la guardia personal del Emperador de Etiopía, vencerá en la torturante maratón que correrá descalzo y con una suficiencia de ritmo y compostura impropios de la dureza de la prueba. La otra, será la esbelta americana Wilma Rudolf, que conseguirá medalla de oro en 100, 200 y relevos 4 x 100. Pero el mayor éxito deportivo de la bella «gacela negra» lo logró mucho antes de los Juegos, al vencer merced a un constante entrenamiento las invalidantes secuelas de la poliomielitis8.
Wilma Rudolph (USA)
En los Juegos de Roma, los atletas vencedores recibieron por primera vez sus medallas olímpicas engarzadas en un collar de bronce impuesto solemnemente durante el acto protocolario de premiación en sustitución de la prosaica mecánica anterior en que eran ofrecidos dentro de una caja. La Baronesa de Coubertin que en ese día cumplía el siglo de vida, envió un emotivo mensaje a los miembros del COI reunidos en Roma en su 57ª Sesión y emotivo fue también la mención del nombre de Coubertin en las protocolarias palabras del acto inaugural que por primera vez se hacía. Tan justo testimonio y homenaje, perpetuadores de la memoria y recuerdo del que fuera el alma y cerebro del moderno olimpismo, pasó como norma oficial a la Carta Olímpica hasta que, de forma inexplicable y misteriosa, tan revelador extremo fue suprimido, recientemente, de la misma9.
Medallas de los Juegos de la XVII Olimpiada - Roma 1960
El presidente Brundage fue reelegido por aclamación y se cuestionó la subsistencia de los Juegos de Invierno más allá de los programados para 1964 en Innsbruck, debido ello a la negativa incidencia de su excesiva comercialización. El judo, la religión-deporte del Japón se añade al calendario oficial de deportes para los próximos Juegos para celebrar en 1964 en Tokio10.
El 16 de junio de 1961 inicia su andadura histórica en Olimpia la Academia Olímpica Internacional, una de las más viejas y sentidas aspiraciones del movimiento olímpico11. Como expondrá el Profesor Carl Diem, alma decisiva en la constitución del organismo en el tema de su disertación inaugural, la Academia Olímpica desde la institución antehistórica de los nomofilacos a la época coubertiniana de los Congresos Olímpicos e Instituto Internacional de Berlín, a la coetánea actualidad de aquel momento, era la entidad, una necesidad vital para el mantenimiento y difusión del ideario y filosofía olímpica12.
Desde su fundación la Academia ha venido programando cursos anuales durante las grandes vacaciones de verano a los que son invitados a enviar representantes todos los C.O.N. del mundo en sesiones de trabajo dirigidas y compartidas por los mejores expertos de la materia en cada momento13.
El COI creó en 1963 un Comité Especial para la Academia Olímpica en el que figuraban además del presidente Brundage y el vicepresidente del COI, Armand Massard, el griego Juan Ketseas uno de los cofundadores de la Academia14, que actuaba como presidente del grupo, en el que también colaboraron el Marqués de Exeter, Ivar Wind y Georgio de Stefani 15. Desde entonces el apoyo del COI a la Academia ha sido constante y creciente. En 1968 se constituyó en España la primera Academia Olímpica Nacional creada en Madrid el 25 de noviembre de aquel año, bajo los auspicios del COE entonces presidido por Juan Antonio Samaranch, que asistió al acto16. Desde ese momento y hasta el año 2002, ciento trece Academias Olímpicas Nacionales han sido creadas bajo el impulso del COI, que ha hecho figurar dentro del articulado de la Carta Olímpica entre las misiones fundamentales de los CON el de la creación y apoyo a este tipo de organismos17.
El 20 de junio de 1990 se creó en Madrid la Asociación Iberoamericana de Academias Olímpicas, primera de las de su género con presencia de diecisiete miembros iniciales y con el específico cometido de potenciar la difusión y desarrollo de la filosofía olímpica dentro del área cultural ibérica, utilizando como vehículo difusor común el poderoso instrumento del idioma18.
Dentro del mismo año olímpico y en el mes de febrero, la localidad de Squaw Valley acogerá los VIII Juegos de Invierno en el escenario de la californiana Sierra Nevada, en instalaciones ubicadas a la excesiva altura de 1.900 metros. Los actos ceremoniales muy propios del «estilo» norteamericano están programados y dirigidos por el mismo Walt Disney, el famoso creador de tantas historietas infantiles. El Vicepresidente del Gobierno, Richard Nixon preside la ceremonia inaugural. Por primera vez en los Juegos de Invierno todos los atletas se alojan en la misma instalación. También por primera vez un saltador no escandinavo consigue la medalla de oro, es el alemán oriental Helmut Recknapel.
Fuente: DURÁNTEZ, Conrado: Las Olimpiadas Modernas, Madrid. 2004, pág. 31 y ss.
CONRADO DURÁNTEZ
Es Presidente de Honor del Comité Internacional Pierre de Coubertin, Presidente fundador del Comité Español Pierre de Coubertin, Presidente fundador de la Asociación Panibérica de Academias Olímpicas y también Presidente fundador de la Academia Olímpica Española y Miembro de la Comisión de Cultura del Comité Olímpico Internacional hasta 2015. Ha intervenido en la constitución de más de una veintena de Academias Olímpicas en Europa, América y África. Su vocación por el Olimpismo ha sido proyectada en constantes y numerosas intervenciones en congresos mundiales, conferencias y simposios diversos, así como en la publicación de numerosos artículos en periódicos y revistas especializadas nacionales y extranjeras dedicados al examen y estudio del fenómeno olímpico.
Fuente vídeo: http://www.youtube.com
CITAS:
1 MAYER, Otto: Op. cit., pág. 302.
DURÁNTEZ, Conrado: Op. cit., pág. 401.
DURÁNTEZ, Conrado: La Antorcha Olímpica, pág. 87.
DURÁNTEZ, Conrado: Las Olimpiadas Griegas, pág. 278.
2 DURÁNTEZ, Conrado: El Olimpismo, pág. 64.
3 MAYER, Otto: Op. cit., pág. 298.
4 FLEURIDAS y THOMAS, R.: Les Jeux Olympiques, p. 84.
5 DURÁNTEZ, Conrado: El Olimpismo y el doping como fraude y violencia en el deporte, A.O.E., 1990, pág. 73.
THARRATS, Juan Gabriel: Op. cit., pág. 768.
6 DURÁNTEZ, Conrado: El Olimpismo y sus Juegos, pág. 65.
7 MEYER, Gaston: El fenómeno olímpico, pág. 210.
8 DURÁNTEZ, Conrado: Op. cit., pág. 65.
MEYER, Gaston: Op. cit., págs. 211, 213 y 214.
FAURRIA, Juan: Héroes olímpicos, págs. 137 y ss.
THARRATS, Juan Gabriel: Op. cit., págs. 787 y 789.
9 Carta Olímpica, vigente a partir de junio de 1991, aplicación 1-8 de la norma 49.
10 MAYER, Otto: Op. cit., págs. 298 y 300.
11 DURÁNTEZ, Conrado: La Academia Olímpica internacional, pág. 30.
12 DIEM, Carl: Una Elis de nuestros tiempos. Significación y propósitos de la Academia Olímpica, A.0.I., 1961, pág. 17.
13 DURÁNTEZ, Conrado: Op. cit., págs. 34-40.
14 DURÁNTEZ, Conrado: La Academia Olímpica Internacional como Órgano difusor de la filosofía olímpica, A.O.E., XXII Sesión, pág. 98.
15 DURÁNTEZ, Conrado: Op. cit., pág. 34.
16 DURÁNTEZ, Conrado: Op. cit., pág. 42.
17 Carta Olímpica, vigente a partir del 4 de julio de 2003, artículo 31-2-1.
18 Actas de la A.O.E., XXII Sesión, pág. 205.